domingo, 2 de abril de 2017

El Padre Mugica nos empapaba de Pueblo y Evangelio


Es reconfortante advertir en una reciente solicitada de los sectores más combativos de nuestra juventud, el rechazo categórico del socialismo dogmático y la afirmación rotunda de la doctrina justicialista, único modo de insertarse de verdad en el pueblo argentino y su inexorable proceso de liberación.
Estos muchachos, han comprendido a tiempo que esa adhesión ideológica les taponaba la comprensión del proceso histórico argentino y los sometía a una progresiva colonización cultural, contra la cual ellos pretenden luchar con todas sus fuerzas.
Porque es importante advertir que el marxismo es una típica expresión del pensamiento racionalista europeo. Pensamiento castrador de la realidad, pues elimina de ella los valores instintivos, "irracionales", que son sin embargo, los más hondos del ser humano. Allí, en esa instintividad profunda del hombre, que escapa al cerebro frío pero no a la intuición, surge al pensamiento más total del ser humano que es el sentimiento religioso. Ya Pascal decía que las razones del corazón son más importantes que las de la misma razón.
No se trata, ciertamente, de negar el valor científico que puede tener el marxismo como crítica implacable del sistema capitalista. Pero, no obstante esto, el marxismo es la expresión última del liberalismo europeo. De ahí que tiende a privilegiar el factor económico de la sociedad, en detrimento de lo político, que es lo específicamente humano. Por eso, más que una concepción emanada de los pueblos, ha sido una concepción introducida en los pueblos. Y esto es particularmente perceptible en la Unión Soviética, donde el mismo Lenín reconoció, que la revolución del proletariado se convirtió en la revolución sobre el proletariado.
El Justicialismo, porque se nutre en su misma esencia de la vida cristiana (como ya lo demostramos en un artículo anterior), privilegia lo político sobre lo económico, porque su atención absorbente es la persona humana, concreta, real, histórica.
Los hombres más afectados por la vida son los trabajadores, los pobres, que se manejan siempre con la realidad dura, áspera, ineludible que los envuelve todo el tiempo. Y ellos, en nuestra patria son justicialistas.
Los que forman lo que hoy llamamos la juventud, pertenecen en general a la clase media y están más distanciados de las reales aperturas. Y pueden entonces más fácilmente ideologizar, especular, soñar. En estos días, hubo dos manifestaciones públicas. Una en el estadio de Atlanta. Muchos jóvenes. Pocos obreros. Allí prevaleció la ideología sobre la realidad.
Otra en Plaza de Mayo. La pude ver con mis propios ojos. Esos trabajadores, auténticos "cabecitas", no especulaban cuando gritaban "Zorila y Perón, un solo corazón". Estaban reclamando condiciones dignas de trabajo y carne barata para el pueblo.
Más que nunca, debemos golpear con el Evangelio. Tengamos en cuenta que Lenín, ya en 1904, preanuncia el ideologismo elitista cuando afirma: "La conciencia socialista debe ser aportada a la clase obrera desde afuera". Ideologismo, que iba a terminar en el stalinismo draconiano, gigantesco capitalismo de Estado.
Y entonces, no busquemos afuera lo que debemos encontrar adentro. Adentro de nuesta historia montonera, federal, "cabecita", que desemboca en la potente revolución justicialista que debe ser proseguida y ahondada.
Pero sobre todo, busquemos adentro de nosotros a ese Dios nuestro, Jesucristo, que desde el Evangelio no nos da recetas políticas pero nos incita a ser terriblemente violentos con nuestros egoísmos y cobardías y a mirar la realidad, desde los pobres, los humildes, desde aquellos que pelean por la vida diariamente y no tienen espacio para teorías.
Si la juventud renuncia a buscar la revolución en los libros (con el peligro de morirse de un error de imprenta) y asciende al pueblo asumiendo sus problemas reales y su lucha por acabar con el gran pecado de nuestro tiempo, la explotación del hombre por el hombre, el destino de la revolución justicialista quedará asegurado.
Empapémonos de pueblo y Evangelio, y serviremos a la reconstrucción moral del hombre argentino, que es el anhelo más hondo del general Perón. Y seremos esos hombres nuevos, puro don de sí, que Cristo fecundó desde la Cruz hasta el fin de los tiempos.

Texto del Padre Carlos Mugica publicado por la prensa con posterioridad al acto de la Tendencia Revolucionaria en Atlanta el 22 de Agosto de 1972 (Hernández, Pablo José - "Carlos Mugica y el retorno de Perón" - Ed. Fabro, págs. 59 a 61).

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